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Introducción al Pensamiento sistémico

El diccionario de la Real Academia define opilación como una “obstrucción al paso de materias sólidas, líquidas o gaseosas por las vías excretoras del cuerpo”. Parece como muy a propósito para entender las circunstancias actuales de la condición humana. Es de ficción, o del diablo, tener por cierto que la incapacidad de echar la mierda en el lugar correcto haya traído tantos problemas a la humanidad. La escatología conecta con las enfermedades mentales. En su sentido teológico y orgánico. Tal vez hay quién caga en el lugar incorrecto y no ordena la información que el espacio de las discapacidades mentales exige ordenar. (Dónde se eligió defecar y por qué). Se han cometido muchos excesos en la historia de la humanidad pero los llevados a cabo con la deformación de la comprensión de las sensaciones asociadas con el acto de defecar, no tienen nombre ni perdón de Dios. Freud expone una perorata vacua y abyecta cuando aborda el tema de la defecación y la retrotrae y asocia con la sexualidad infantil. Lo que Freud no quiso conocer es que la exposición temprana al deseo en el espacio de la discapacidad mental obliga al niño a ordenarse, es decir, a diferenciar adentro y afuera, por una parte, y, por la otra, lo previene del abuso infantil. Son cosas de Dios, un regalo hecho al hombre para dar esperanza a quien sufre por una mala comprensión de la realidad; espacio que Freud convierte en una escuela de educación para la pederastia. No puede llamarse de otra manera. Es precisamente este tipo de deformaciones del pensamiento lo que impulsa este proyecto, en el que trato de establecer las bases del pensamiento sistémico. Lo primero a lo que obliga la estulticia de la que hace gala Freud es a desmontar para luego cuestionar el carácter científico de sus aseveraciones. La intención de tomar la experiencia personal por universal es válida, esclarece más de lo que se piensa pero sigue un método y no es el del capricho, la persuasión del estafador o el simple acto de timar con infantilismo (la condición) para gobernar el mundo desde el lugar donde se impide la correcta percepción de la realidad, la esperanza que Dios legó a Israel. Pretender dar por cierto lo que es malo, falso o fantástico, debe ser en sí mismo una patología del pensamiento, se piensa que es el síndrome de Jerusalén porque allí se dio forma a un nuevo imaginario, más que posible, esperanza de la humanidad toda entera, fe consistente por la gracia del Espíritu Santo, y también historia incierta: el Reino de Dios en la Tierra, la vida eterna. Aceptar la vida eterna pero no el paraíso terrenal; el Reino de Dios en la Tierra y no la proyección material de las coordenadas de la mente enferma, no es fácil, menos para un pueblo negado a entender la autoridad de Dios. ¿Hay que salir del círculo para validar la propia experiencia? (Estructura de la identidad). Entonces el tiempo no existe en tanto en cuanto la mente no lo confronte con la realidad o, simplemente, la luz del sol por el día y la que desprende la luna cuando sobreviene la oscuridad. Siempre será el desierto. No para toda la humanidad. ¿Se puede un pensamiento que no englobe a toda la factura humana? ¿Cabe que un pensamiento que se dice científico de por cierta e imponga como corolario una visión irreal y abyecta a toda la humanidad? La realidad demuestra que no es una sola pero debe serlo. ¿Es posible, a través de la metodología fenomenológica, estructurar un pensamiento que permita englobar toda la experiencia humana de la Creación, a partir del testimonio de una sola persona? ¿Más de la basura freudiana? ¿En qué me diferencio? De eso trata este proyecto: validar una particular visión del mundo, convertirla en teoría y construirle una apoyatura científica que posibilite a otros su emulación. Lo mismo que hizo Freud (alentar el aprendizaje vicario) pero aceptando La Ley y la mirada interior sobre el estímulo externo. Se llama Pensamiento Sistémico.